Lo primero que nos enseñó don Alfonso, alias «el capone», en clase de pretrecnología fue a hacer un tanque de papel. Años después descubrí que este arte (porque lo es) se denominaba papiroflexia u origami, palabra japonesa que viene de «oru» (plegar) y «kami» (papel). Claro, ¿no?
Existen piezas de origami dignas de los mejores museos pero lo que curiosamente más me llamaba la atención era los pliegues que se dibujaban sobre el papel cuando deshacías la figura que acababas de construir. A ojos de un hombre pacífico como yo, desarmar tanques es una buena idea (me la apunto para próximos proyectos) pero la idea se hace más difícil de entender cuando lo que deconstruyes son, por ejemplo, flores.
Esta modalidad de origami la denomino origami deconstruido. Ojo, no soy el inventor. Internet me puso sobre la pista de otros amantes del desplegado de figuras de papel.
Pasaron los años y mi afición a desplegar figuras de papel se me olvidó por completo… hasta hace un año. Con el nacimiento de Minimae puse sobre la mesa todos los proyectos que habían llamado mi atención, recordé aquella idea, y me propuse rescatarla. Pero no podía ser yo el artista, entre otras cosas porque no lo era. Necesitaba a un plegador auténtico de origami, alguien que pudiera elevar este proyecto a la categoría de arte.
En paralelo, había otra idea que rondaba mi cabeza. ¿Y si el origami deconstruido lo acompañaba de texto? hice una prueba con mi Olivetti Studio 46 y con una rosa deconstruida que había mal hecho. La idea me gustó pero el resultado final era bastante dudoso. Me volví a repetir que necesitaba a un plegador de origami de verdad y ¡por qué no! a un poeta que plasmara un verso sobre el papel. Así la obra sería única la mirase por donde la mirase. Pero, ¿dónde encontrarlos?
Conocí a Virginia Ramírez de Virsurú en el Nómada Market un año antes de que Minimae viera la luz. Ella exponía allí. Me quedé con una tarjeta «por si acaso» a pesar de que en aquellos días todavía no había rescatado ni mi tanque ni mi Olivetti. 8 meses después la escribí un mail, me llamó por teléfono, le mal expliqué en que consistía el proyecto ¿¿¿¿ origami deconstruido???? y para mi sorpresa, accedió a quedar.
Nos vimos en la Pastelería América (Avda. Menéndez Pelayo, 99) que aprovecho para recomendaros si sois amantes del dulce de leche de verdad y de otros manjares argentinos. Ahora se trataba de explicar a la artista del papel que lo que quería hacer no era figuritas, sino ¡deshacerlas! Me miró con sonrisa completa.
– Me encanta – me dijo – Participo con los ojos cerrados.
Virgina Ramírez plegando en su estudio
No había conseguido nada pero que ella dijera que la idea le parecía buena, que digo buena, ¡muuy buena! fue tal revulsivo que me empujó a buscar la segunda pata del proyecto origami y esta segunda pata tenía nombre y apellidos: Tania Panés.
A Tania la conocí un año atrás, en el Mercado de Motores. Al igual que con Virginia, me quedé con su tarjetita «por si acaso» y porque me gustó su puesta en escena. Ella sentada frente a una maquina de escribir, esta sobre una mesa plegable y un cartel que decía»tú me das el tema, yo escribo el poema». Con un par. El proyecto de Tania se llama Momento Verso, una andadura que inició su hermano Alejandro años atrás, después de que ambos se encontraran junto al Museo del Pompidou en París con Antoine Bérard, un poeta callejero que escribía poemas en la calle con su máquina de escribir. Alejandro se lanzó a probar fortuna con su Olivetti Pluma 22. Tania se unió después de un viaje iniciático durante dos años que la llevo desde Perú hasta las Antillas Holandesas.
Los ojos de Tania se iluminaron nada más hablarle del proyecto. Otro sí rotundo. Me di cuenta al instante de que no se trataba de dinero, se trataba de hacer arte.
Antoine Bérard en París, antes de darle a la tecla.
Alejandro Panés. La otra cara de Momento Verso
Tania Panés escribiendo en plena calle. Foto Helena Sánchez
Tania y Virginia en pleno proceso creativo
El plan era el siguiente:
1- Elegir el tema. Estábamos en primavera. ¿Qué mejor tema para un poeta que la estación sobre la que más se ha escrito? Le dije a Tania que quería que escribiera tres versos en tres papeles distintos especiales para origami. Escribiría sobre la primavera: el primero sobre el comienzo, el segundo sobre la plenitud de la primavera y el tercero sobre el final.
Detalle del verso del primero de ellos. El comienzo de la primavera
Independiente a estas, le dije que quería crear una serie de tres poesías en tres papeles de distintos tamaños. El tema principal sería también la primavera pero con la libertad de componer lo que ella quisiera. Esta serie se vendería de forma conjunta.
Serie de 3 origamis deconstruidos. El título. El caracol si sabe a dónde va
2- Elegir la figura que deconstruiríamos. Ni qué decir tiene que la figura tenía que tener relación con el verso. En origami se realizan muchas flores de papel: rosas, margaritas, orquideas… Virginia lo plegó y deconstruyó todo. Finalmente elegimos el lirio. Su deconstrucción forma una figura geométrica similar a una estrella de 8 puntas. El volumen que crea sobre el papel provoca luces y sombras que, dependiendo del momento del día que la mires, o de la luz que incida sobre ella, la figura luce de forma totalmente distinta.
El lirio deconstruido por Virginia se ve así de espectacular junto al verso de Tania y el marco de Heredero de Crispín
3- Elegir la enmarcación. Que lo iba a hacer Juan Carlos, de Heredero de Crispín, lo sabía desde el principio. Lo que no intuíamos era la solución que le daría a la enmarcación. Trato de explicártelo. La figura de origami queda suspendida en el aire dentro de un marco de 6 cm de grosor. Para que diera esa sensación de «volatilidad», Juan Carlos tuvo que construir una pequeña caja sobre la que apoyaría la parte central de la figura. Esta cajita debía ser lo suficientemente pequeña para que no se viera, y pintada de blanco para que si algún maligno buscara el truco entre papel y base, le costara distinguir el sustento del lirio deconstruido.
Enmarcación en Papel de Heredero de Crispín. En la imagen se puede apreciar la profundidad del marco
Quiero hacer especial mención a la serie de tres figuras de título el caracol sí sabe a dónde va. Virginia concibió el proyecto como tres lirios de tres tamaños distintos. Tania improvisó (o no) una bellísima historia sobre el papel. La máquina se convirtió en pincel (literal) y el resultado fue mucho más allá de lo que ninguno nos esperábamos, incluida Tania. Esta obra de tres piezas me enseñó que el arte es imprevisible y que debe ir más allá de los planes preestablecidos.
Serie El caracol sí sabe a dónde va junto a imagen de detalles del texto
PD: Virginia y Tania han trabajado sobre el mismo papel pero no se conocen, lo que hace más simbólico y extraño el juego que se ha producido a cuatro bandas: Minimae, Tania, Virgina, y Juan Carlos.
Proceso de construcción y deconstrucción del lirio Virginia Ramírez
Títulos de crédito:
Compone versos: Tania Panés
Pliega: Virginia Ramírez
Enmarca: Juan Carlos y Violeta, de Heredero de Crispín.
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